REFLEXIONES INTRODUCTORIAS SOBRE LA REFORMA POLÍTICA
1 comentarios lunes, 30 de noviembre de 2009La prudencia es una virtud que a veces nos olvidamos de practicar y que
sin embargo es tan necesaria como la audacia para quienes hacemos Política.
Por Prudencia es justamente que debemos evitar banalizar las cuestiones
Importantes y trascendentes, porque en caso contrario, corremos el riesgo de vaciarlas de contenido y significado y convertirlas en el mejor de los casos en muletillas de compromiso y en el peor en letra muerta que lleva al hastío a fuerza de ser repetida.
La denominada Reforma Política nos exige un tratamiento mesurado y fundamentalmente reflexivo ya que puede resultar que aquello que en apariencia sea un progreso en verdad signifique un retroceso.
El Fin de la Reforma Política debe ser profundizar las bondades del Sistema Democrático y mejorar sustancialmente la calidad de las instituciones que regulan nuestra convivencia en la forma republicana.
Reforma Política no es sinónimo de Reforma Electoral. Esta última es sólo una parte de ella y la primera no puede ni debe agotarse sólo en supuestos cambios en los mecanismos electorales.
Un sistema no es una simple sumatoria de pedazos sino un Todo compuesto de partes interrelacionadas, interdependientes y funcionales entre sí.
Cualquier modificación a una parte repercute en todas las demás y resiente el funcionamiento sistemático y por ello toda reforma debe ser pensada en forma integral previendo sus consecuencias.
No debemos perder de vista que nuestro país logro hace quince años gracias a Raúl Alfonsín una profunda Reforma Política al sancionar la Constitución de 1994 ¿Acaso no es una profunda reforma política instaurar el mecanismo de Segunda Vuelta para la elección presidencial? ¿No lo es, más allá del juicio que hoy nos pueda merecer, el crear el Consejo de la Magistratura? ¿No lo es el aumentar el número de senadores por provincia incorporando las minorías y eligiéndolos en forma directa? ¿No lo es la incorporación al sistema de mecanismos de Democracia Semi directa aunque estén poco empleados? Tanto lo es que me remito sólo a dos hechos recientes y muy conocidos para demostrarlo: la elección presidencial del año 2003 y el rechazo de la Resolución Nº 125 por el Senado Nacional el año pasado ¿Qué hubiera sucedido en esos dos casos si no rigiera la Constitución de 1994 y estuviera en vigencia la de 1853 reformada en 1860 y en 1957?
No hay duda que seguramente hay que hacer más y a ello debemos dedicarnos con creatividad pero fundamentalmente con responsabilidad. Sin duda debemos encontrar mecanismos regulatorios que afirmen aún más la independencia de los Poderes del Estado, que profundicen la transparencia en los procesos electorales y que contribuyan al mejoramiento de la representatividad, que tiendan al fortalecimiento o si se prefiere al refortalecimiento de los Partidos Políticos como actores excluyentes de la vida política, que fomenten y estimulen una mayor participación ciudadana, que impregnen de contenidos éticos a la acción política, que favorezcan el respeto a las minorías, que promuevan el diálogo permanente en el seno de los órganos institucionales, que ayuden a erradicar las prácticas clientelares, que acerquen al Estado a la gente y que mejoren la calidad de las decisiones para citar algunas de las necesidades en las que pienso.
Pero no debemos tampoco dejarnos seducir por el canto de las sirenas y creer vanidosamente que hacer la Reforma Política es sólo debatir acerca de los textos más apropiados para volcarlos a una legislación. Sería ingenuo y a la vez presuntuoso y sólo serviría para aturdir nuestras conciencias militantes creyendo que hicimos lo que debíamos.
La Política la hacemos los seres humanos, mujeres y hombres de carne y hueso con pasiones, con ambiciones y con intereses. Todos los seres humanos tenemos un lado oscuro. Ni somos intrínsecamente buenos ni somos intrínsecamente malos. Somos esencialmente imperfectos y nuestras realizaciones, por lógica consecuencia también lo son. Entre ellas la Política, que se hace en la realidad y no en un ambiente estéril y aséptico.
Hay además hábitos, usos y costumbres que por reiterados se han arraigado y se han institucionalizado con cierta guiño cómplice relativista e indulgente.
Por eso la Reforma Política va más allá de mera normativa aunque ésta sea necesaria e imprescindible, no sólo para regularla sino también para impulsarla e imponerla. La Reforma Política profunda debe significar un Cambio Cultural que modifique los modos y las formas de hacer Política
Porque se aspira a un cambio en el fondo de la misma. Los cambios culturales se expresan, se ven y se reconocen en la superficie exterior pero se dan en verdad en las profundidades interiores. La fortaleza de los más altos edificios no está en el último piso ostentoso sino en la humildad oculta de sus cimientos.
El primer paso debe ser tener muy claro el conjunto de Valores que aspiramos plasmar y convertir en un Bien anhelado y deseado. Esos Valores deben impulsar nuestra Voluntad. Si en el interior de cada uno de nosotros no anida la Voluntad, hasta si se quiere la Voluntad imperiosa e imperativa, la Pulsión y la Compulsión de mejorar la acción política no nos sentemos siquiera a debatir porque estaríamos estafándonos en forma gatopardista. Aquí y ahora no cabe la hipocresía de cambiar algo para que nada cambie.
Si por el contrario verdaderamente sentimos dentro nuestro la Pasión por el cambio profundo, si sentimos un vacío íntimo que reclama llenarse, si sentimos una insatisfacción poco menos que insoportable con las formas de hacer la Política, no dudemos y arremetamos porque veinticinco años de Democracia recuperada, no para nosotros como militantes, sino para el Pueblo nos lo exigen
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